
Miradas ciegas creyeron
que la magia de sus vetas
eran lágrimas secretas
del sol. Falacias dijeron.
Pupilas necias erraron
repitiendo que un marino
corolario de azulino
firmamento me pintaron.
Acromática es su lámina.
Circunscripta a negro y blanco.
Enigmática en su encanto.
Y una cripta esconde un ánima.
Dicen las flores
que pocas veces al año
el gris decrece en el paño
de rocas. Nacen colores
cuando el fantasma sonoro
de un niño de ojos de cielo
corre buscando consuelo,
trocando la piedra en oro.
Cuentan que el niño creció.
Que el azul le fue negado.
Que no percibe el dorado.
Que ya es hombre, y no murió.
Regresa en horas dormidas
para enfrentar su pasado,
y en el fuerte amurallado
logra curar mis heridas.
Luego, sin llanto ni queja,
deja su aroma y un sueño
En estos mis brazos pequeños
y a firme paso,
se aleja…
Me mira y se aleja…